Contra Lanzarote

Cada uno tiene en la cabeza su propia idea de Lanzarote y, además, unos pocos la quieren tener en el bolsillo. Esto es lo que hay y lo demás sólo es ruido, barbarie, represión y amenaza. Y bastante mediocridad. Para algunos, la isla es una extensión de su visión mercantilista de la vida, un territorio sobre el que hacer negocio hasta el infinito o donde posar el ego, así reviente [la isla, no el ego].
 
Para que tales actividades sean muy productivas, esos algunos necesitan silencio. Y cuando no lo hay, tratan de imponerlo dentro y fuera. Fuera, controlando la propaganda que se difunde en el exterior para que sus negocios inmobiliarios, urbanísticos y de otro orden prosigan y prosperen. Dentro, tratando de acallar las voces discrepantes y de aniquilar cualquier brote de pensamiento crítico. Lo sufrió Manrique, luego la Fundación que creó, también los movimientos ecologista y sociales y, en últimos años, el movimiento ciudadano que optó por dar el salto a la vida política, así como las cabezas más destacadas en estos procesos. También los medios de comunicación críticos y los periodistas con criterio propio.
 
Dentro de un año tenemos una cita con las urnas. Puede que haya cambios, puede que no. Pero lo bueno que tiene un proceso electoral, que comenzó ya hace unos meses con total descaro, es que remueven la aparente calma chicha en el devenir económico, político y social, provocando que cada cual explicite dónde está. La novedad es el centenario del artista, que convertirá la convivencia en un lodazal si el buen juicio no lo remedia.
 
Quedará en segundo plano la ambigüedad y se mostrarán los auténticos rostros y las verdaderas intenciones de las personas. Unos quieren de Lanzarote el paraíso inmobiliario en la Tierra, tergiversar la historia, torcer la verdad, satisfacer el ego, ser un buen lacayo. Otros se ponen el casco y se aprestan a aguantar las pedradas que caerán del cielo. De nuevo se confrontan concepciones antagónicas de isla y va a ser muy duro. Otra vez.

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