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Casa del Miedo, cuando el nombre es lo de menos

La ternura con forma de calavera tiene su sede en la ribera del Charco desde 1985. Antes habitaban una casucha que sí daba miedo.
Casa del Miedo, cuando el nombre es lo de menos

Un buen día de 1964, en las inmediaciones del Charco una docena de jóvenes, aburridos de estar tirados en los callejones, busca cobijo y comienza a congregarse en una vieja casa para jugar a la baraja y divertirse en torno a un sancocho y una parranda. Y echarse un trago, si se terciaba. El hábito se consolidó y, con el paso del tiempo y una calavera por enseña, la Casa del Miedo se convirtió en una sociedad de cultura y recreo. La vivienda era propiedad de la madre de Marcial Hernández, quien sería fundador de la sociedad. Se jugaba a la ronda rayada o al envite sin más objetivos que entretenerse. Poco a poco fueron haciendo vida social en un entorno marinero y, de forma espontánea, surgen nuevas actividades como el juego de bolas, las regatas de barquillos, el fútbol de veteranos y, a mediados de los setenta, constituyen una murga.
 
El nombre era de cajón. La ‘sede social’ de la calle Jacinto Borges presentaba un aspecto fantasmagórico en la misma puerta de entrada. Medio derruida, con techos de madera carcomida, telarañas y sin agua corriente, a falta de luz eléctrica se iluminaban con velas. La casa daba miedo, pero en ella se lo pasaban de miedo. Una vez formalizada la entidad, transcurrido un tiempo se quedan sin local y el grupo atraviesa un período de tres o cuatro años de decadencia, aunque sigue reuniéndose en el Charco. Cierto día, se plantan en el Ayuntamiento de Arrecife y consiguen la cesión del solar sobre el que hoy se alza la Casa del Miedo, en la ribera del Charco, que edificaron con ayuda municipal y con aportaciones de los socios en forma de dinero y fuerza de trabajo.
 
Los fundadores difícilmente pudieron a imaginar que la orilla de sotavento del Charco llegaría a presentar un aspecto tan concurrido 
 
Un viernes por la tarde de finales de noviembre se inauguraba oficialmente la sede de la sociedad de cultura, recreo y deporte Casa del Miedo. Socios, simpatizantes, autoridades y gente de la cultura, como César Manrique -bajo cuyas directrices se decoró la sede- y Agustín de la Hoz, se dieron cita en un ambiente espléndido. Era el año 1985: “Un cuadro perfecto envuelto en el marinero marco de la ribera del Charco de San Ginés”. Desde entonces, la sociedad desempeña un papel protagonista como sede de los actos de las fiestas de San Ginés relacionados con el mar y los juegos marinos: jolateros, chalanas, cucaña…
 
La Casa del Miedo destila sabor marinero. Fotos, recuerdos y maquetas evocan el origen porteño de Arrecife y los estrechos vínculos con el mar de los barrios aledaños, cuya población nutrió de socios y amigos a esta sociedad. En fechas más recientes, Manolín, José Gutiérrez, Santiago Betancort y tantos otros, al escuchar la canción ‘La del pirata cojo’, de Joaquín Sabina, habrán percibido el aderezo de ternura que envuelve a la enseña de la Casa del Miedo: “Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas yo escojo / la del pirata cojo / con pata de palo, / con parche en el ojo, / con cara de malo, / el viejo truhán, capitán / de un barco que tuviera / por bandera / un par de tibias y una calavera".
 
Policarpo Robayna, José Rijo, Marcial Hernández, José Dévora, Juan Martín, Tomás Oliva y Manuel Gutiérrez fundaron la Casa del Miedo. Difícilmente pudieron a imaginar que años más tarde, la orilla de sotavento del Charco llegaría a presentar un aspecto tan concurrido y que, en medio de los locales de moda, la sociedad de sus amores ocuparía un lugar destacado. Entre otras cosas porque se come de miedo.     

La Casa del Miedo

Entre la ‘Casa del Miedo’
el famoso Bar Ribera,
el Morro de la Elvira
ondea una negra bandera.
Con las tibias cruzadas
y la tétrica calavera,
con su sombra tan siniestra
del miedoso es su emblema.
Ya tengo el ancla oxidado
arañando el fondo marino,
en las riberas de mi Charco
en mis Islotes queridos.
Ya me encuentro sumergido
en algarabías bullangueras,
entre polémicas de miedosos
con las discusiones de barquillos
las regatas perdidas o ganadas
del campeón preferido.
Miedoso divertido, carnavalero,
envinagrado con el famoso vino
que produce nuestro santo suelo,
la viejita, el ausente purguiso,
el Estopero y el laborioso Guincho,
discutidas opiniones del domingo
los famosos partidos futboleros,
quinielas para acertijos
boletos que no son aciertos,
camaradería y gran compañerismo
así somos en mi Pueblo.
 
Ruymán (1987)

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