Top Secret, 5 de febrero de 2019

Cachondeo en la obra pública

Las obras del Mirador de Malpaso están paradas. La empresa que se las adjudicó ha abandonado porque no le sale a cuenta hacerlas. La que edifica el nuevo IES de Haría presentó varias modificaciones al alza. Ganó el concurso por una cantidad que luego estimó insuficiente. Siga leyendo...

 

Cachondeo en la obra pública

Cachondeo en la obra pública

Las obras del Mirador de Malpaso están paradas. La empresa que se las adjudicó ha abandonado porque no le sale a cuenta hacerlas. La que edifica el nuevo IES de Haría presentó varias modificaciones al alza. Ganó el concurso por una cantidad que luego estimó insuficiente. Últimamente hay mucho cachondeo alrededor de la obra pública. Podríamos seguir poniendo ejemplos. El paseo de las Cucharas, sin ir más lejos, del que ya hablamos recientemente. O el piso del pabellón de Haría, probablemente de los peores, si no el peor, de la isla, y que pocas semanas después de inaugurarse ya luce con desperfectos. Por no recordar qué sucedió con la Avenida de Arrecife o las obras que en Tías se adjudicó la misma empresa de la Avenida de Arrecife. Vivimos en un país donde la picaresca ha ido evolucionando con los tiempos. Ya en el Siglo de Oro español se retrataban en las novelas de los siglos XVI y XVII aquellos pícaros que solemos personalizar en el inolvidable Lazarillo de Tormes. En los dos siglos inmediatamente posteriores, el bandolerismo tomó el relevo en un país en el que, probablemente por las rentas del glorioso pasado, no gustaba demasiado de doblar el espinazo. Ni el desgarro provocado por la guerra se libró de los “vivos”, que hicieron de las suyas con el estraperlo al que siguió, un par de décadas después, el tiempo de los timos de la estampita, el tocomocho y demás.

País de pícaros

Quién sabe si tanto corrupto como nos ha salido, y nos sigue saliendo, es la herencia de aquel pasado descrito en el primer párrafo. Porque, como se ha observado, el I+D+I de la delincuencia española funciona bastante bien. No se suele dar la fuga de cerebros más allá de neutralizarlos unos mesesitos tras los muros de cualquier prisión de por ahí. Total, que al final de este largo camino a través de la historia nos topamos con esos departamentos de las compañías constructoras especialistas en ofrecerse para hacer obras a un precio mucho menor que el que presupuesta la administración. El colegio La Destila salió a concurso por 4'7 millones de euros y fue adjudicado por 3'1 millones. El IES de Haría se salculaba que podría costar 6'9 millones de euros y vino una empresa diciendo que era capaz de hacerlo por 4'4 millones. Se lo adjudicaron, claro. Y luego fue con el cuento de que no tenían para bloques y cemento y que necesitaban más pasta. El caso del Mirador de Malpaso es, si cabe, más cutre aún. El presupuesto de licitación rozaba los 300 mil euros. La empresa que se lo adjudicó, local para más señas, lo hizo por alrededor de 240 mil. Y ahora lo ha dejado porque, al parecer, no le llega el dinero.

Queremos saber

Si descartamos que, en las empresas constructoras, los cálculos para ver por cuánto pueden hacer una obra los realiza una fisioterapeuta o un charcutero, deberemos concluir que aquí se juega a ganar por la mínima y luego pedir una prórroga para completar el tanteo. Las excusas son de lo más variopinto, como las de aquella empresa especializada en asfaltar pero que no cayó en la cuenta de que el metro cúbico de piche era más caro en la isla que en territorio continental. Y, claro, pidió más dinero para seguir adelante con el proyecto. Al otro lado de todos estos tejemanejes estamos nosotros, los ciudadanos, que raramente fallamos en el cálculo de los presupuestos mensuales para comer, pagar el agua y la luz o los gastos en farmacia. Nos duele el dinero. Y por ello mismo nos gustaría saber, exigimos conocer, qué ocurre en los supuestos descritos. Intuimos que la administración toma medidas, pero si no nos lo cuenta podemos sospechar que no es así. Estaría bien saber que el ayuntamiento al que se le fuga una constructora, ejecuta la fianza, a cuánto asciende el dinero que se le incauta y el nombre de los que nos han intentado timar. Ponerlos en la plaza pública ha de reconfortar al administrado y poner colorado al constructor. A ver si así...

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