Astrid renueva el PP

Como no sea en el tinte capilar, poca renovación vamos a contemplar. Tris, tras, tris, tras... ese debe de ser el sonido de la tijera de la presidenta del pepé local, la nunca suficientemente jaleada, que no nominada, Astrid Pérez. Su momento tijera no es nuevo, pero siempre saca la piedra de afilar cuando se avecinan comicios, y, con el cambio climático, diciembre es mes de flores y cabezas que cortar. Tampoco es nuevo que cuando va a por margaritas se le va la mano y deja el campo yermo, y de florecer, ya se sabe donde liban las abejas. Ni los joeles.
 
Los árboles de porte, si hacen sombra a los matojos, puede arruinarlos por falta de radiaciones solares y de la preciada lluvia de la que el follaje hace acopio. En ese dilema, que talen el árbol. En el pepé local, la finca insular del partido, no hay árboles ni charranes mansos, porque ya se sabe que los dueños viven fuera y delegan en medianeros. Incluso la cosecha no la impone ni Madrid ni Asier (ni Soria), por eso ella esparce las simientes y tiene sus propios pájaros que la sobrevuelan a toque de silbato. El pepé tiene con ella una finca que los medianeros se apropiaron, pero la necesitan para recibir, al menos, unos tomatitos casi lustrales.
 
No caben más liderazgos porque pondrían en cuestión la falta de ideas y de talento
Toca cortar cabezas, todos los partidos lo hacen, pero el pepé local siempre acomete una sabia pre-poda para evitar la sangría posterior de las podas traumáticas. No se aprecia frescura, de la buena, porque de la otra va sobrada. De la política seguro que podría prescindir, pero renunciar a los emolumentos seguro que no, que está el despacho achuchado. Ese debe ser el motivo que la atrapa. Poca magia que transmitir y menos ilusión que contagiar.
 
La pre-poda permite que ninguna rama sobresalga mucho. Esa es la realidad del pepé, que no caben más liderazgos porque pondrían en cuestión la falta de ideas y de talento de Astrid. Ella sabe bien de quien se rodea y conoce la falta de lustre de sus acólitos. Ella los pone. Por aquello de la sombra no planta árboles sino más matojos; por tanto, si alguien aspira a algún carguito por el pepé en un Ayuntamiento, toca perfil bajo, calladito, poca pretensión, y a hacerle la pelota a la presi. Toca hacerse el tonto o la tonta. O serlo. Y paciencia, que no hay mal que cien años dure ni partido que lo aguante. Quería decir cuerpo. Ya sabes, Joel.
 
Hasta tanto, Astrid renueva el pepé, todo el pepé, no sea que alguno caiga en la cuenta de que su carrera política comenzó en 2003, hace la friolera de 16 años, y que ha encabezado listas al Cabildo, al Parlamento y a Arrecife y, fíjate tú, jamás ha ganado ni una. Gana ella. Es simple: trabajar poco o nada y tener el sueldo asegurado. Por eso no para de renovar el pepé. Ahora le tocó el turno a Laura Betancort.

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