Al borde del fracaso

No hay alternativa al modelo, al menos no se vislumbra en un plazo prudencial. Lanzarote no tiene otra manera de encauzar su desarrollo por otros derroteros más inteligentes políticamente, socialmente beneficiosos, medio ambientalmente respetuosos y homologados científicamente. Y eso que el modelo actual con el turismo por bandera no va a durar para siempre desde los puntos de vista antes expuestos, reconociendo que se ha generado empleo y riqueza y que se vive infinitamente mejor que hace cincuenta años; es decir, reconociendo el rotundo éxito del negocio.

Pero el negocio turístico no da de sí todo lo que de él se esperaba, mientras que muchas variables asociadas al desarrollo muestran signos de debilidad. Sí, todos los chicos pasan por la educación, pero el fracaso escolar es elevadísimo; la cobertura sanitaria se ha generalizado, pero no está a la altura de las demandas de la población; ha aumentado el nivel de renta, pero en los niveles más bajos campa la pobreza y la marginalidad; hay más posibilidades para el hecho cultural y la creatividad, pero sigue ocupando un espacio testimonial; el deterioro paisajístico y medio ambiental salta a la vista, mientras se pierde biodiversidad.
 
En algún momento habrá que hacer las cosas de otra forma: con otra ciudadanía y con otros dirigentes
 
La lista es interminable. Como hace treinta años, se sigue demandando un plan de barrios que nunca llegó ni parece que vaya a llegar; muchas instituciones públicas hicieron caja con el turismo, pero han malgastado los ingresos en comprar voluntades y votos a base de pan y circo; siendo una sociedad más rica, se ha perdido el sentido colectivo de la belleza, la armonía y las cosas bien hechas; a pesar de la renta per cápita alcanzada, los niños y los viejos están jodidos: unos no tienen dónde jugar y los otros dónde residir, estar, encontrarse o pasear; se ha sido incapaz en tres décadas de construir ciudad, que es el lugar donde acontece las cosas interesantes en la sociedad contemporánea…
 
Sin entrar en detalles podría afirmarse que Lanzarote se aplicó en el crecimiento económico, en hacer dinero, incluso en crear puestos de trabajo a pesar del elevado desempleo y de lo precario del existente, pero se olvidó de la otra cara de la moneda: el desarrollo, que es lo que se encuentra al borde del abismo. Se puede ser muy inteligente para hacer fortuna, pero, a la vez, se puede ser un completo estúpido a la hora de gestionarla para ser más feliz o vivir mejor. Este es uno de los aspectos del drama insular, pues Lanzarote hizo las Américas sin moverse del sitio y alcanzó el éxito, pero no consiguió mejorar cualitativamente lo que cabía esperar. El monocultivo turístico ha dado de sí todo lo bueno que llevaba, y, aunque conseguiremos estirar el negocio bastante tiempo, no proporcionará el rendimiento del pasado.
 
En algún momento habrá que hacer las cosas de otra forma: con otra ciudadanía y con otros dirigentes.

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