Opinión

Ahora más que nunca

El último sondeo elaborado por Metroscopia para El País -correspondiente al mes de abril- confirma la tendencia que están marcando otras encuestas publicadas por otros medios de comunicación y realizadas por las más acreditadas empresas en ese campo. Todas apuntan en idéntica dirección. Todas las muestras reiteran una misma tendencia.
 
En concreto, el último sondeo de Metroscopia publicado el pasado domingo por diario El País se aproxima mucho al que publicó hace apenas quince días El Mundo -en este último caso llevado a cabo por Sigma Dos-. Metroscopia también sitúa a Ciudadanos en primer lugar en intención de voto con un 28,3%, el PP repite como segundo -con un 20,4%-, el PSOE sigue cayendo hasta situarse en un 19,1% y Podemos mantiene su ligera mejora al alza con un 18,3%.
 
Todas las encuestas realizadas de 2015 a esta parte animan a pensar que un nuevo mapa electoral ha venido para quedarse en el conjunto del Estado. Cada vez parece más evidente que el bipartidismo ha muerto y que en adelante la política estatal está protagonizada por cuatro grandes fuerzas políticas que rondan entre el 20 y el 30 por ciento de los apoyos de los ciudadanos. Todos los datos apuntan a que Ciudadanos y Podemos se han consolidado en el mapa electoral y, además, que están en condiciones de intentar convertirse en la referencia de la derecha y de la izquierda frente al liderazgo histórico de PP y PSOE.
 
Con este cuadro electoral, diferente al de las últimas décadas, las fuerzas territoriales -nacionalistas y regionalistas- parecen abocadas a perder su acostumbrada influencia en las políticas de Estado. A lo largo de estos últimos casi cuarenta años el papel jugado por las fuerzas territoriales ha sido decisivo en la gobernabilidad del Estado, con una notable influencia que les permitió lograr mejoras normativas y económicas para los territorios que representan.
 
En unos casos ese peso en la escena estatal ha servido para avanzar hacia la equidad y solidaridad con el resto de los territorios, como así ha ocurrido con Canarias; en otros, esa influencia ha contribuido a incrementar las diferencias en cotas o parámetros de bienestar entre territorios y personas, como ha sido el caso de Euskadi y Cataluña.
 
Hasta ahora, las mayorías de gobierno en España se han articulado en torno al PP o al PSOE con el apoyo -cuando no han disfrutado de mayorías absolutas- de partidos nacionalistas. El previsible escenario político que se desprende de la tendencia de los sondeos apunta que serán necesarios acuerdos entre dos de las cuatro grandes fuerzas políticas estatales, con lo que el apoyo de los nacionalistas puede ser prescindible.
 
Quien más puede notar la probable pérdida de influencia en la política de Estado es precisamente Canarias. El peso de Euskadi y Cataluña no está circunscrito exclusivamente al papel de las fuerzas nacionalistas en sus respectivos territorios. Esa influencia también tiene que ver, en el caso de vascos y catalanes, con los partidos estatales allí implantados y con el peso social, económico y mediático que proyectan y tienen ante las instituciones del Estado.
 
En Canarias no se dan las circunstancias ni se cuenta con la baza que si tienen vascos y catalanes. Lamentablemente, en las Islas no hemos conseguido fortalecer un sentimiento común que, sin dejar de sentirnos parte del Estado, propicie que todas las formaciones -nacionalistas o no- tengamos por bandera la defensa de nuestros intereses como pueblo diferenciado. En Euskadi y Cataluña ese sentimiento tiene raíces en sus sociedades, por encima de siglas o partidos. No es el caso de Canarias. Se pone en valor cuando se tiene una posición política decisiva en Madrid, pero no siempre cuenta con el reconocimiento de parte de los poderes fácticos del Archipiélago, que en muchos casos prefieren la sumisión ante el trato colonial que a veces nos dan los gobiernos estatales.
 
Ante la previsible pérdida de influencia del nacionalismo canario en Madrid es necesario una reflexión de la sociedad canaria -universidades, partidos, sindicatos, empresarios y colectivos- sobre cómo podemos evitar que Canarias caiga en el olvido para el gobierno español de turno. Garantizar un futuro de desarrollo y bienestar en las islas, que nos siga acercando a los territorios más avanzados del Estado español y de la Unión Europea, pasa por despertar en la sociedad canaria un sentimiento de pertenencia a un territorio distinto, a una región que necesita medidas legislativas y económicas diferentes dentro de un Estado diverso. Además, pasa porque los partidos estatales asuman en Canarias la defensa permanente de nuestras diferencias Institucionales y administrativas, legislativas, económicas y fiscales, competenciales, culturales y ambientales.
 
El nuevo mapa político que se está configurando en España exige unos partidos nacionalistas canarios firmes y claros en la defensa de los intereses de nuestro pueblo y también de unos partidos estatales que en su estructura organizativa territorial asuman sin complejos la defensa de las peculiaridades que nos reconoce la Unión Europea. Ahora más que nunca es imprescindible que todos los partidos, sin excepción, sitúen el interés de las Islas por encima de cualquier otra consideración.

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