¡Cuántas palabras!

¡No puedo con tanta mierda! ¿Hasta cuándo aguantará la gente?   
          
Cada día que pasa sube el nivel de frustración y rabia comunitaria afectando severamente a los más vulnerables e indefensos (migrantes, mujeres, jóvenes). Resulta bastante barato el peaje a asumir cuando se apunta y responsabiliza de los males cotidianos directamente a ciertos colectivos, con o sin sustancia real para ello.                  
 
A veces, cuando los corazones se atragantan de odio e intolerancia, consolidan a furiosos planteamientos ideológicos en dogma incuestionable... No habrá bálsamo calmante. Mentiras contadas con convicción en forma de subvenciones… No se combate la pobreza, se demoniza y se trata de controlar sin pudor. Y cuando la realidad cotidiana que padece el ciudadano termine por destapar el "mal olor" y arrastre consigo la paciencia, entonces, los resultados van a ser imprevisibles.      
                                         
No existe "plan b", no hay "proyecto base", no hay medida, no hay sustancia. Se está robando el futuro a toda una generación por la incapacidad de los que deciden. Incapaces por defecto… ¡Qué fácil es disparar con pólvora ajena! Sólo se escucha la voz altanera y el quejido constante de aquellos que necesitan perpetuarse en la mediocridad, mantener viva la financiación de sus chiringuitos.
 
Se sigue apostando por lo habitual a pesar de saber que con eso no llegaremos. Se muestra desconfianza y ridiculiza otras maneras de hacer (tercer sector, cooperativismo, etc.). Y, encima, toda esta propuesta a la desidia se acompaña con un exceso de fotos planeadas meticulosamente para el gran público que hablan de solidaridad a pesar de que en las entrañas se dan otros sabores más amargos. 
 
¡Cuántas verdades, cuántas mentiras, cuántas palabras maltratadas...!
 
Agustín García Acosta, trabajador social. 

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