LUGARES

San Gabriel, un castillo convertido en el Museo de Historia de Arrecife

El Museo de Historia ofrece al visitante una muestra de la geología, los paisajes, la flora, la fauna y la historia de la ciudad y de Lanzarote.
San Gabriel, un castillo convertido en el Museo de Historia de Arrecife

La fortaleza estuvo dando tumbos durante siglos hasta que en 2014 parece que encontró el sentido contemporáneo de su existencia, no sin antes hacer una breve parada temporal como sucedáneo de museo arqueológico. Aquel año adoptó su actual denominación de Museo de Historia de Arrecife, una visita recomendable si hay ganas de saber y reconfortante por su ubicación y sus vistas, tanto para residentes como para turistas. Se accede a él desde el Puente de las Bolas o sus puentes hermanos, en cualquier caso un bonito paseo y una cita obligada para los arrecifeños que quieran conocer una pincelada sobre la historia de la ciudad en la que habitan.
 
La cubierta del baluarte ofrece una amplia panorámica de la marina y de la ciudad
El Museo de Historia de Arrecife ofrece al visitante una muestra de la geología, los paisajes, la flora, la fauna y la historia de la ciudad y de Lanzarote. Las diferentes dependencias acogen una exposición permanente que sigue un discurso narrativo a través de los distintos períodos históricos, deteniéndose en los principales acontecimientos que determinaron la vida en la isla. Pero, para muchos, lo mejor se encuentra en la azotea. Una estrecha escalera de piedra abierta junto a la puerta de entrada permite ascender a la cubierta, desde la cual se obtiene una amplia panorámica de la marina y de la ciudad. En la espadaña cuelga la campana que sirvió para avisar a la población de la llegada de algún peligro por mar. 
 
En su origen, en el XVI, se edificó un primer recinto fortificado sobre uno de los islotes situados en la marina, llamado de los Ingleses, con la misión de defender el puerto natural, por lo que se convertiría en la primera línea de defensa de la isla. La construcción consistió en una plataforma baja amurallada con su correspondiente pretil de piedra, mientras que las dependencias interiores eran de madera. Debió resultar muy poco intimidatoria, ya que fue incendiada por los turco-argelinos en la invasión de 1586, suceso del que quizá toma su otro nombre el islote: el Quemado. A mitad del siglo XVII comienza su reforma de la que, desde entonces, es conocida por la fortaleza de San Gabriel, en honor al capitán general de Canarias que ordena su reparación.
 
Desde 2004 es Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento
Tiene planta rectangular con esquinas prominentes por efecto de la reforma que unió, con un muro corrido, los cuatro baluartes de punta de diamante de sus ángulos. El interior está en un nivel inferior, separado de la entrada por algunos escalones, donde encontramos varias estancias. Las centrales, distribuidas a lo largo de un pasadizo, son originales del XVIII, cuando fue revestido de piedra para darle su aspecto más conocido, y en ellas se albergaba el calabozo, el cuarto de repuesto de pólvora, almacenes y la sala de armas. Las estancias laterales son fruto del vaciado del relleno que separa los dos muros de las dos construcciones diferentes, que es muy reciente, pues data de 1963. En ese año, el baluarte es sometido a una intervención por parte del Ayuntamiento de Arrecife y de la Asociación Amigos de los Castillos, procediéndose al vaciado entre las dos paredes de las dos construcciones diferentes y el enlosado del acceso, entre otras intervenciones. 
 
Su interés cultural propició que la fortaleza fuera declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1979, junto con su camino de acceso y el puente levadizo de las Bolas. Desde 2004 es Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento. Los ingenieros Torriani, Salcedo y Riviere o los corsarios Arráez Javán, William Harper, Berkley y Clifford han tenido alguna relación con el castillo, unos para hacerlo inexpugnable y otros para asaltarlo y reducirlo a cenizas. Hoy es reclamo de unos pocos amantes de las dos pequeñas calas situadas a su vera y de los turistas que se sienten atraídos por el Museo de Historia de la ciudad.

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