La exterminación de palmeras alcanza límites alarmantes

Parques y jardines, huérfanos de buen gobierno

Parques y jardines

Rigen el desconocimiento o en la arbitrariedad, pues una decisión sobre ‘qué plantar’ ha de venir avalada por ‘dónde plantar’.

Parques y jardines, huérfanos de buen gobierno

No hay un criterio muy claro en la toma de decisiones sobre el patrimonio vegetal, ni sobre la conveniencia de aumentar las zonas verdes de calles, avenidas, barrios o parques. Tampoco hay decisión sobre la creación de nuevos parques y plazas. Estos son los principios que parecen regir en los ayuntamientos insulares con la gestión del verde sobre sus asentamientos y zonas con carácter urbano. Ya se trate de un servicio municipal dependiente de la Concejalía de Parques y Jardines, ya sea un servicio privatizado, los resultados no son los deseables.

En el caso de Tías, una reciente decisión de plantación de nuevas especies vegetales en la Avenida de Puerto de Carmen deja en evidencia que las decisiones sobre la elección de las especies que hayan de emplazarse en bordes de acera o parterres, viene fundada en el desconocimiento o en la arbitrariedad, pues una decisión sobre ‘qué plantar’ ha de venir avalada por ‘dónde plantar’. Un gran parterre o un borde de acera son la clave para el primer interrogante, pues hay que adelantarse a cuál va a ser el desarrollo de la copa y del sistema radicular, si el crecimiento es piramidal o esférico, si produce frutos que pueden provocar accidentes o manchar el pavimento…
 
Arrecife cuenta un escaso número de especies arbóreas por habitante
 
A la vista de la elección para la Avenida de Puerto del Carmen, no se ha considerado nada de lo enunciado, y eso que la plantación anterior en la misma vía con idénticas especies vegetales de la familia de los ficus -especies enormemente portentosas- están levantando los pavimentos, a pesar de ser árboles jóvenes que no han alcanzado su pleno desarrollo. Mucho antes de que eso suceda, un nuevo concejal dictaminará que hay que talar todo y comenzar de nuevo porque el PP se equivocó, y no supo que no bastaba con la decisión de reverdecer el paseo, sino que debió asesorarse con quien supiera. El desarrollo de sus copas es tan notable que hay que someterlos a drásticos cortes, tan dramático para la percepción del entorno como contraproducente por el efecto que las podas provocan en las raíces, pues conlleva un mayor desarrollo de estas y, por tanto, afectará a las zonas inmediatas, como es el caso de las aceras y la calzada.
 
Arrecife, el mayor núcleo de población de Lanzarote, cuenta con lo que cuenta, un escaso número de especies arbóreas por habitante y muy pocos metros cuadrados dedicados al esparcimiento visual, a la mejora ambiental y al disfrute de la naturaleza y de la sombra vegetal. Esta es una de las grandes debilidades de la ciudad. La escasa calidad del espacio urbano, de sus edificaciones, de su mobiliario, y aquel déficit, suman todo en negativo, tanto, que ninguno de los aspectos por sí solos compensan de la precariedad de los otros. Si existiera una potente masa arbórea, podría subsanar la debilidad de una mala arquitectura, de su discontinua línea de cornisa, de su descuidado patrimonio, del irreverente horizonte construido.
 
Las palmeras mueren por decenas; un asunto con derivaciones al Cabildo
 
De algunas tímidas intervenciones, tan erróneas como bienintencionadas, en la Calle Real o en el entorno de la plaza Simón Bolívar, las actuaciones y las intenciones de los concejales del área que han tenido plaza y mando en el Ayuntamiento de Arrecife no se han caracterizado por su conocimiento, por su instrucción o por su capacidad de demandar asesoramiento. Todos se han limitado a un mero acto de supervivencia en cada mandato. Ninguno puede alardear de que alguna parte verde de la ciudad se debe a su sabia gestión. Tampoco la ciudad les debe nada. Ni tan siquiera la ciudadanía tenga nada que agradecer.
 
Las palmeras de la ciudad mueren por decenas. Un asunto con derivaciones al Cabildo, pues éste conoce que son elementos protegidos y cuál es la realidad sobre las patologías que sufren. Y los despojos permanecen hasta que algún medio de comunicación lo denuncia. Lo hacen en Arrecife y en las cunetas de la isla. Palmeras mimadas en otras latitudes, apreciadas hasta límites insospechados, la herencia canaria acaso más universal. En apariencia el único acto consciente del Cabildo es ignorarlas e informar favorablemente de la tala de las que estorban, con la excusa de que son atacadas por la calandria. La exterminación de palmeras, sin posibilidad de trasplante porque así se ha decidido, alcanza límites alarmantes. Otras mueren sin tratamiento ante unos funcionarios insensibles.
 
Arrecife: una empresa privada es dueña de nuestro modesto capital verde
 
Con la delegación de las tareas de la Concejalía de Parques y Jardines de Arrecife a una empresa privada, la ciudad no sólo delega las acciones sobre los elementos vegetales del municipio. También renuncia a toda posibilidad de marcar directrices, establecer estrategias, coordinar actuaciones o moderar aquellas otras que pudieran considerarse perjudiciales para los elementos vegetales y, por extensión, a la ciudanía, por cuanto una mala intervención incide negativamente en su disfrute. La Concejalía, sencillamente, se inhibe a favor de una empresa privada dueña de nuestro modesto capital verde.
 
Si valoramos las recientes intervenciones de poda de árboles urbanos, habría que destacar un par de cuestiones. La primera de ellas radica en que se podan en exceso árboles por el desaforado crecimiento de su copa, lo que conlleva –como se indicó para los de Puerto del Carmen- un brutal desarrollo del sistema de raíces que destrozan el pavimento. Con el corte de las raíces, los ejemplares pierden estabilidad y quedan al amparo de que un mal viento los tumbe sobre un bien preciado, tal que una vida humana (obsérvese la Calle Real, la antigua Alférez Cabrera Tavío...). La conclusión es que se ha elegido mal la especie.
 
¿Y dónde está el concejal del área? No está, ni se le espera
 
La segunda cuestión a considerar es si las podas en parte de algunos de esos árboles son necesarias o adecuadas por tratarse de árboles de pequeño porte. Se indica esto por los cortes que se vienen realizando sobre los brachichitos de muchas vías urbanas, muy aptos por su moderado desarrollo y que apenas demandan corte alguno. Ni tan siquiera el que vienen realizando en las parte bajas de esos ejemplares, elevando sus copas en exceso, generándose una falta de proporción ostensible que degrada el valor ornamental de cada uno de ellos. O los cortes con tal falta de criterio, pues todos son tratados igual, tal y como comprobamos en los ficus benjamina de la zona industrial donde se emplazan Lidl e Ikea. Una muy desafortunada intervención.
 
¿Y dónde está el concejal del área? No está, ni se le espera. Ante la evidencia de este y todos sus antecesores, no hay la más básica instrucción para asumir una alta responsabilidad que muy poquito interesa a todos ellos.
 
“A mí nadie me dice lo que tengo que hacer”, es la frase más habitual
 
Mientras tanto, la Alcaldía sobrevive como puede al caos urbano, al abandono y a la dejación, sin capacidad ni ganas de decidir so riesgo de errar. Su visión sobre la ciudad parece mediatizada por un terrible temor a equivocarse, porque hay temas de los que no sabe. Nada vergonzoso si se cuenta con las personas adecuadas que le permitan tomas decisiones cualificadas. ¿Asesores? No saben y sólo están por el sustento. ¿Ciudadanía colaboradora? Está pero se le desprecia aunque se le oiga, pues no se le escucha.
 
Un tiempo precioso pasa ante nuestros ojos, cada vez más viejos, más cansados. La única percepción real es que no hay aprendizaje heredado, pues abominamos del conocimiento de otros. Despreciamos la experiencia de otros porque acaso queremos dejar patente una sabiduría de la que carecemos. Nuestra ignorancia va pareja a la soberbia de sentirnos únicos. “A mí nadie me dice lo que tengo que hacer”, es la frase más habitual que pasa por algunas cabezas.
 
Entretanto, huérfanos. Orfandad de árboles y de buen gobierno. No necesariamente en ese orden.

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