TITERROY

Los Pinos, el parque de nunca jamás

Fotos: JL Carrasco.

En torno a 1967 se creó el parque que ha tenido varios nombres oficiales, aunque en el imaginario colectivo ha sido, es y seguirá siendo el parque de los Pinos.

Los Pinos, el parque de nunca jamás

En el mismo momento en que el barrio de los harianos se llamó Altavista, la barriada de Titerroygatra pasó a denominarse Santa Coloma. Fue en el verano de 1961. Pocos meses después, con el nuevo año, comenzó la plantación de unos trescientos pinos marinos y otros arbustos en Santa Coloma por parte de los operarios municipales. En el extrarradio se comenzó a hacer lo mismo, y con idénticos ejemplares, que poco tiempo antes en algunas calles céntricas de la ciudad, como La Marina o La Plazuela. En torno a 1967 se creó el parque y que ha tenido varios nombres oficiales, Titerroy y Félix Rodríguez de la Fuente, aunque en el imaginario colectivo ha sido, es y seguirá siendo el parque de los Pinos.

Durante años fue el patio de recreo de personas afectadas por toxicomanías

El conjunto del barrio se recuperó del primer golpe y volvió a denominarse Titerroy, pero el parque ha tenido una vida muy convulsa y azarosa, ya que durante largos años se erigió en el patio de recreo de personas afectadas por toxicomanías. A principios de 1996, el Cabildo Insular comenzó las obras de remodelación de este espacio descuidado y lleno de cristales rotos y jeringuillas. La idea era adecentarlo y devolverlo al uso cívico de la población, que había sido expulsada del recinto, habilitando áreas de descanso, un parque infantil y un circuito para hacer footing con diferentes aparatos para practicar ejercicios de gimnasia. El sistema de alumbrado, el de riego mediante un sistema de goteo subterráneo y la colocación de otro tipo de bocas de regadío para el cuidado de los árboles, centraron los trabajos.
 
El proyecto contemplaba unos mil metros cuadrados de pavimento y quinientos metros lineales de pared de piedra. De inmediato tropezaron con un grave problema: los árboles. Eran demasiados e invadían todo el espacio disponible en el parque. En lugar de talarlos, allí donde fueran un obstáculo para instalar los juegos infantiles o las pequeñas plazoletas con bancos para el descanso, se decidió conservar todos los ejemplares y replantarlos, con buen criterio para aquella década. El proyecto incluso preveía plantar nuevos árboles. La intervención rondó los treinta millones de euros.
 
Julián de León Tejera fue el último de una estirpe de cuidadores de parques

Durante muchos años, el parque de los Pinos se mantuvo gracias a los cuidados que le dispensaba Julián de León Tejera. Este jardinero municipal trabajó en este área recreativa desde su creación y hasta que se jubiló, recibiendo el reconocimiento del Consistorio por su trayectoria profesional años más tarde, en 2010. De León Tejera fue, quizá, el último de una estirpe de jardineros y cuidadores de los parques de la ciudad, cuya misión consistía, fundamentalmente, en impedir que los niños rompieran las plantas a base de balonazos y que los adolescentes los dañaran al trepar por sus copas y ramas.
 
El parque de los Pinos parecía condenado a no serlo nunca jamás, pues iba de la dejadez al abandono hasta el desastre final, pero no, parece que no. Parque, lo que se dice parque, el espacio que en una  población se dedica a praderas, jardines y arbolado con ornamentos diversos para el esparcimiento de sus habitantes, este de los Pinos es una rareza en Arrecife. Por su escasez. Y lo más raro: sus árboles han resistido más de medio siglo no ya al irrefrenable ímpetu infantil y juvenil, a veces vandálico, sino a las, en algunas ocasiones, bárbaras decisiones municipales. 

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