Top Secret, 8 de noviembre de 2019

La sensibilidad

La sensibilidad

Como todo el mundo sabe estamos en campaña electoral. En las últimas horas de la campaña. El domingo estamos llamados a las urnas. Y conviene ir a votar. Por mucho que lo hayamos hecho y por más que estemos hasta el gorro. Pero también nos conviene reflexionar sobre la sensibilidad. En apariencia la campaña electoral y la sensibilidad son como aquello que nos dicen del culo y las témporas. O la velocidad y el tocino. O Vox y el respeto a los derechos y libertades. Referirnos a la sensibilidad en este contexto es, en definitiva, complicado. Hemos de reparar, sin embargo, que las campañas electorales las protagonizan las personas. Hombres y mujeres que sí solemos ser sensibles. Unos más que otros, es cierto. La sensibilidad parece estar relacionada con la biología, la genética, la psicología y con lo cultural. En función de una cosa u otra hay individuos cercanos al algodón de azúcar y otros con la sensibilidad de un tronco de secuoya. Apostaríamos, sin temor a equivocarnos, que el ser humano tiende a ser cada vez menos sensible. Las cosas como que nos duelen menos. Las tragedias, como que nos la soplan más. Las catástrofes como que nos ponen, en lugar de producirnos rechazo.

Muertos

Las campañas electorales se han suspendido en varias ocasiones. Todas por motivos excepcionales. Y, dentro de ellas, se han dejado de celebrar actos puntuales. Siempre por motivos dolorosos. Invariablemente con muertos por medio. La última vez en mayo pasado, cuando la muerte del socialista Rubalcaba provocó la suspensión de los actos de campaña de aquel día y de la jornada posterior. En septiembre de 2016 la campaña gallega se vio interrumpida por un accidente ferroviario en O’Porriño que causó cuatro muertos y decenas de heridos. En mayo de 2015 el accidente de un avión militar se cobró la vida de cuatro personas en Sevilla. Se suspendieron los actos de campaña. Y, como resulta obvio, cada vez que el terrorismo cercenaba una vida, el mundo político se paraba. Parece de sentido común. No parece de recibo estar prometiendo rotondas mientras tienen un par de cuerpos en el depósito. Y como nadie promete depósitos de cadáveres nuevos y relucientes, pues ni siquiera por ahí podrían justificarlo.

Inmigrantes

Mientras escribimos estos párrafos todavía no es seguro que se hayan logrado recuperar los cuerpos sin vida de todos los inmigrantes -llamémosles seres humanos, si no se molestan- que viajaban en la barquilla que volcó cerca de la costa de Caleta de Caballo. Iban por nueve hombres, todos ellos muy jóvenes, que han muerto cuando trataban de buscarse la vida. Cadáveres que han irrumpido en plena campaña electoral. Sin que ningún partido haya suspendido acto alguno de los previstos para la tarde del miércoles, con los muertos todavía en el recibidor. Y sin que tampoco se haya oído la voz de los partidos políticos lamentándolo públicamente, salvo una excepción: Coalición Canaria. Y sin que las instituciones se hayan dolido de nada. Salvo dos excepciones: el Cabildo y el ayuntamiento de Teguise, este un tanto a su manera mezclando política con muerte. Aunque pensándolo bien, puede que no seamos del todo insensibles, si no otra cosa distinta. Porque si en lugar de ser marroquíes en patera, la tragedia la hubiesen protagonizado unos españoles en yate, a buen seguro este pasado miércoles nadie hubiese agitado banderitas en los mítines del día.

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