En la mente de un guarro

El planeta tiene un grave problema: las basuras que se arrojan de forma incontrolada en la naturaleza. No me centraré en los delitos medioambientales que puedan provocar las pequeñas y grandes empresas sino a las acciones que cometen a diario los ciudadanos de forma individual. Son actitudes que pudieran parecer insignificantes pero que en su conjunto representan miles de toneladas de desperdicios que cada día van a parar a la naturaleza poniendo en peligro la biodiversidad de la Tierra y la salud de las personas.
 
Un daño que se asemeja a los grandes desastres medioambientales que de forma periódica cometen multinacionales y corporaciones a nivel mundial. La deforestación de la Amazonía, los derrames de petróleo en los mares o la contaminación de los ríos por vertidos químicos son algunos de los atentados sobre el medio ambiente que todos identificamos claramente como delitos sin reparar en que nuestras pequeñas acciones también suponen también un ataque a nuestro entorno natural.
¿Y qué lleva a un ciudadano a cometer estas infracciones medioambientales?
 
¿Y qué lleva a un ciudadano a cometer estas infracciones medioambientales? ¿Qué pasa por la mente de un guarro? ¿Qué piensa? ¿De verdad no tiene conciencia de que tirar una simple colilla en la calle, en el campo o en la playa es perjudicial para el medio ambiente? ¿Les es indiferente dejar enseres en desuso o escombros en cualquier parte de nuestra isla?
 
La organización no gubernamental SEO/BirdLife, que tiene como objetivo la conservación y el estudio de las aves y sus hábitats, ha realizado un interesante estudio sobre el origen y las motivaciones de la criminalidad ambiental. Un informe con el que se pretende conocer el perfil de los autores, su ámbito sociocultural y las razones que les llevan a cometer estos delitos contra la fauna. 
 
Aunque el estudio se centra en las acciones delictivas contra el medio ambiente y especialmente sobre la fauna sí encontramos algunas pistas que nos podría ayudar a desentrañar lo que se esconde en la mente de un guarro. 
“La mera represión no es suficiente. Debe ir acompañada de sensibilización”
 
Según el informe de SEO/BirdLiffe los factores más recurrentes que llevan a cometer estas infracciones penales son la falta de sensibilización y la falta de comprensión del impacto real de las acciones. Es decir, que son incapaces de comprender que están haciendo algo mal y que además se están perjudicando ellos mismos.
 
“La mera represión no es suficiente. Debe ir acompañada de sensibilización, búsqueda de alternativas económicas y, en muchas ocasiones, de la participación de las partes implicadas para buscar soluciones”, recalca el informe. 
 
Otro de los aspectos que se analiza es el de las sanciones económicas que se contemplan por las infracciones y delitos. “La sanciones pueden llegar a ser muy duras, pero pocas veces se aplican”, afirma el informe. Y si no se aplican cuando hablamos de criminalidad ambiental qué vamos a esperar de las infracciones a menor escala.
 
¿Cuántas multas se ponen en Lanzarote por tirar colillas, por no recoger los excrementos de mascotas o por dejar en la playa una bolsa de plástico? Seguro que podríamos contarlas con los dedos de una mano. Y que conste que todos los municipios cuentan con normativas que tipifican como multas todas estas acciones.
Es imprescindible la creación de unidades ambientales dentro de las policías locales
 
Es imprescindible la creación de unidades ambientales dentro de las policías locales. Cuando aparcamos un coche en línea amarilla o en un vado tenemos la certeza de que podemos ser multados. Pues debería suceder lo mismo cuando tiramos al suelo cualquier tipo de residuo con toda la normalidad del mundo.
 
Las autoridades no pueden mirar para otro lado. Seguro que serán medidas impopulares porque afectará al bolsillo de sus votantes. Es imprescindible que las medidas coercitivas y las sanciones hagan recapacitar a los posibles infractores.
 
Pero está claro que las actuales campañas de concienciación sirven más bien de poco. Por mucho que pongamos miles de fotografías de denuncia en las redes sociales no vamos a acabar con este grave problema. 
 
La educación y la sensibilización ambiental en las escuelas parece que también tiene bastantes lagunas. ¿O no vemos cómo quedan muchas calles repletas de basuras después de un botellón o una romería en la que participan muchos de esos jóvenes que probablemente han recibido multitud de charlas sobre la defensa y protección de la naturaleza?
 
Debemos poner todos los medios a nuestro alcance para que los valores cívicos y los principios de solidaridad primen sobre cualquier actitud negativa de indisciplina, negligencia o irresponsabilidad.

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