El juez Alba y Rosell

¿Confías en la justicia? Depende del juez que me toque. O pleitos tengas y los ganes. Estas frases ilustra fehacientemente lo que piensa muchas personas de la justicia. Y si no, ahí tienes la sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC), que ha condenado a un total de seis años y seis meses de cárcel y 18 años de inhabilitación especial como juez al magistrado de la Audiencia Provincial de Las Palmas Salvador Alba, al considerarlo responsable de actos ilegales para perjudicar a otra juez, la hoy magistrada en excedencia Victoria Rosell, diputada de Unidas Podemos.
 
El tribunal declara a Alba de forma unánime culpable de un delito de prevaricación en concurso con otro de cohecho y de otro delito de falsedad en documento oficial. Además, le obliga a indemnizar a Rosell con 60.000 por los daños morales ocasionados. En los tres delitos por los que ha sido declarado culpable, la sentencia advierte que la condena conlleva la “pérdida definitiva del cargo que ostenta, así como la incapacidad para obtener durante el tiempo de la condena cualquier empleo o cargo con  funciones jurisdicciones o de gobierno dentro del Poder Judicial, o con funciones jurisdiccionales fuera del mismo”. 
 
Algo parece cambiar en este país, pero han de pasar muchas más cosas aún para que la población recupere la confianza en la justicia. Muchísimas más. Porque vamos listos si un juez antepone sus gustos ideológicos a la profesionalidad a la hora de impartir justicia, cosa que sucede con demasiada frecuencia. El juez Alba, el mismo que declaró la nulidad de las grabaciones realizadas por la Guardia Civil que dieron pie al caso Unión, ha sido condenado por conspirar y confabular contra otra magistrada que iba en listas electorales, y uno podría pensar que algo así jamás ha pasado en Lanzarote. ¡Carajo que no!

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