Opinión

“Defensa, por alusiones…”

“Defensa, por alusiones…”

Siempre he observado con convicción el importante papel que juegan los medios de comunicación en el equilibrio del sistema democrático, y en el ejercicio de intérpretes de los hechos y acontecimientos diarios, de cara a construir la realidad que no siempre es percibida por los ciudadanos, más preocupados de afrontar su cotidianidad que de abstraerse y encajar las piezas del contexto social y económico en el que habitamos. Cada día somos testigos de que ese notable papel que se les atribuye no es ejercido por determinados medios con la mínima neutralidad y responsabilidad, tanto en el ámbito local como nacional. Su pretendido rol de transmisores de la información que más nos afecta se ve suplantado por el tributo que dichos medios rinden a sus patronos, bajo el barniz ideológico que supuestamente representan. La obligada jerarquización de esa información para que todos podamos dibujar un escenario lo más parecido a la realidad explosiona de forma constante ante la reiterada y pretendida tarea que marca su existencia, esto es, obedecer los intereses de los titulares registrales, accionistas o inversores de tales medios.

Cuando nos adentramos en el universo de los artículos de opinión, los términos, las ideas y las posiciones se desmelenan, atendiendo probablemente a una de las libertades más controvertidas del ordenamiento jurídico y social, cuál es la de “expresión”, al poder lesionar la honorabilidad de segundas y terceras personas aludidas en dichos artículos.
 
A uno en particular quiero referirme y denunciar con toda energía, http://elperiodicodelanzarote.com/opinion/22061-la-decada-de-san-gines, dada la mención nominal que se hace de mi persona, pero refiriéndose no a mi actuación profesional, ante la que estoy sometido lógicamente a todo tipo de justos y necesarios escrutinios, sino a mi faceta personal. El artículo en cuestión fue firmado por Manuel García Déniz, al alimón el periodista local más respetado por mí, probablemente el mejor analista político y social en la actualidad de Lanzarote. Mi deferencia hacia él es la que hace que lea casi todo lo que escribe, pues me ayuda a entender la realidad de esta isla tan compleja mediante las interpretaciones que este periodista realiza en sus columnas de opinión o tertulias televisivas, a las que es asiduo. Puedo entender sin apenas ruborizarme que dentro del lodo político todo valga, para empequeñecer a contrincantes y para despejar el terreno a los patrocinadores mensuales, por tanto “dueños”, de la línea editorial que corresponda a ese período. Sí me ruborizo y me rebelo cuando el señor Déniz, para conseguir estos objetivos, o para dar rienda suelta a sus deducciones, recurre a manchar y a difamar a quiénes no formamos parte del póker en que la política insular se haya inmiscuida de modo permanente.
 
En tal artículo, para reforzar su tesis de la supuesta insensibilidad de las políticas sociales de la presidencia del Cabildo, no duda en afirmar que padezco “déficit relacionales” y que según “trabajadores e intermediarios” (no sabía que tenía de estos últimos), soy un “estirado”. Me pregunto si esos trabajadores a los que se refiere son actuales o alguien que prefirió trasladarse a otra área del cómodo y vitalicio Cabildo, antes de adentrarse en un modelo mixto participado por empresarios, donde sus competencias profesionales podían analizarse con mayor rigor.
 
El señor Déniz también cuestiona mi terrenalidad desde el nacimiento al afirmar que “no fui parido como una persona normal”, sino que fui “depositado por una mano celestial en el lecho materno marcado por el símbolo de la autenticidad y la excelencia”. Sólo le falta al periodista atribuirme sangre azul o algún origen monárquico.
 
No menos frívolo es cuando se refiere a mi currículum vitae como “vulgar”. No sé cómo describir este punto sin que este periodista pueda hacerse propia de nuevo la idea sobre mí como “estirado”, aunque me limite sólo a leer en el apartado académico mis dos carreras de rango universitario, de primer y segundo ciclo respectivamente, dos masters oficiales de materias relacionadas con el ámbito turístico, además de los cursos de un programa de doctorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Asimismo, ejercí la jefatura de estudios de la Escuela Universitaria de Turismo, adscrita a la ULPGC, además de 13 años de experiencia docente en asignaturas vinculadas a la actividad turística. En el campo privado, he cumplido experiencias en empresas alojativas, además de desarrollar proyectos de dinamización turística a zonas, como Costa Teguise, de la mano de uno de los mayores especialistas de España en marketing turístico, como es Sergio Moreno. Con toda la honestidad, creo que es un buen currículum, no dicho por mí, sino por una consultora especializada de ámbito nacional que fue quién realizó el proceso de selección de mi puesto, al que se presentaron numerosos candidatos de toda España.
 
Pero si todo esto hasta aquí debe tildarse como injusto y difamatorio, no sé cómo calificar, según él, mi indiferencia ante la “pobreza, integración, respeto o políticas de igualdad”. Es decir, el señor Déniz es capaz de adentrarse en terrenos desconocidos suplantándome, explicando mi posición moral ante estos definitorios asuntos de la personalidad y talla de todo individuo. No sólo es que hable por mí, sino que dice que “me parecen una vulgaridad”. Ni siquiera puede decir que tengamos la más mínima amistad para obtener de mí una muestra de mis valores ante estos aspectos no poco importantes y explicativos de la talla humana de cada cual.
 
Escribir este artículo de denuncia ha obedecido a un proceso de reflexión nada sencillo, pues probablemente el saldo neto del mismo no vaya a ser positivo ni para mi persona ni para el proyecto que represento, pero finalmente ha prevalecido mi deber de contribuir a frenar la sinrazón, de defenderse de los que hieren a los que no estamos en guerra con nadie y de no admitir prácticas de vandalismo verbal, por mucho que todos los días se tenga un micrófono delante y una pantalla en blanco para convertir en opinión.
 
Héctor Fernández Manchado, director gerente Turismo Lanzarote y consejero delegado SPEL

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