San Ginés. Viejas linternas, ¿nuevos criterios?

San Ginés. Viejas linternas, ¿nuevos criterios?

A San Ginés, el de Clermont, el santo que da nombre a la iglesia de Arrecife, no se le conoce opinión sobre el templo, pues de todos es conocido su origen francés, obstáculo insalvable para expresarse con la mínima fluidez en su idioma de adopción. Los santos, revestidos de la Gracia de Dios, no parecen proclives a implicarse en soflamas independentistas, en protestas callejeras ni en dar respuestas mundanas, y si alguno lo ha hecho, o no nos hemos enterado, o ha sido al oído de algún delegado del Santo Padre en la tierra. Y de lo que haya dicho, poco conoceremos por boca de ellos.

Los santos no hablan, vamos, al menos no hablan con el lenguaje de las palabras. Puede que alguno de ellos se manifieste por boca de seres humanos elegidos, los cuales no necesariamente deban de estar imbuidos de santidad alguna. Con hacer llegar la mirada, la claridad de ideas y la observación, santos hay que se hayan comunicado a través de terceros durante más dos mil años de historia. Decididamente, y doy fe de ello, San Ginés no me ha utilizado para tal menester.
 
Mi respeto por la Iglesia es cultural y antiguo, y se extiende a las manifestaciones terrenales de la que la historia se desparrama. Para gloria de Aquel, pero también para regocijo espiritual de almas sensibles y de creyentes, sensibles o no. El disfrute de todo lo que consideramos como patrimonio, sea cual sea su titularidad, es un bien para todos, y de forma especial el eclesiástico, en el que converge una variada representación de toda la historia de la arquitectura y un magnífico repertorio de bienes muebles de todos los estilos y épocas. Recreo visual, inspiración artística, conocimiento…
 
Si para cualquier santo, influir sobre asuntos tan terrenales es como clamar en el desierto, pues que se vaya a fiscalía
 
El imperio de la ley no parece llegar a toda la comunidad, pues de las múltiples irregularidades que hombres de la Iglesia perpetran, en nombre propio o de un tercero, pocas tienen justo castigo. Todo ello para recordar que la iglesia de San Ginés es un Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento. Que de su declaración no se desprende el cuidado, celo y respeto que tal consideración merece y obliga. Que la linterna, arrancada, rehecha y restituida es otra linterna con un parámetro estético diferente que no se ajusta a la original y, por tanto, al respeto a los valores presentes en el momento en que se hizo efectiva la medida de protección.
 
La linterna es una interpretación que perturba los valores del BIC. Una invención más de las acometidas durante décadas. Con santo o sin él, con mensajes o sin ellos, se roza el delito, y a quienes corresponde garantizar el cumplimiento de normas, leyes, dictámenes y autorizaciones, los que hayan de velar por la supervisión y vigilancia de los impecables procedimientos que deben regir en las intervenciones en el frágil y ya escaso patrimonio, no parecen estar ni se les espera.
 
Y al patrimonio cultural de Canarias, santo y seña de la identidad, parte esencial del acervo de estas tierras, seña cultural de dimensión considerable para ambas orillas del Atlántico, cuyo deber de conservación corresponde a los mortales de uno y otro lado de las puertas de ayuntamientos, cabildos y gobierno, no creo que le quede tiempo, al patrimonio, afirmo, -ni integridad estructural- para que santo alguno interceda por él, andando al trote por las instituciones para hacerse oír entre políticos y técnicos de acusada sordera y disminuida visión.
 
Si para cualquier santo, influir sobre asuntos tan terrenales es como clamar en el desierto, pues que se vaya a fiscalía, reducto de fe donde los haya.

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