Román

Román Rodríguez ya pasa de los sesenta, pero no lo aparenta. Lleva desde 1993 en la política, que son más de 25 años, pero tampoco lo aparenta. Fue presidente del Gobierno de Canarias, y eso sí que se le nota desde la lejanía, tal es su presencia. En la corta distancia, además de palmito derrocha simpatía por los cuatro costados, y su elocuencia es casi infalible. Médico de profesión, de la política lo sabe todo, desde el arte del apuñalamiento en claroscuro a la agitación emotiva de las masas. Representa el otro nacionalismo, el progresista, y parece empeñado en dejar sentado que no hay otro perfil mejor que el suyo para ocupar la Presidencia del Gobierno de Canarias. A lo mejor lo consigue, a la vista de la mediocridad reinante, con suerte y un par de conjugaciones astrales, siempre y cuando cuaje la reforma del sistema electoral canario y se mantenga la diversidad del panorama político. La fotografía que se hizo con Mariano Rajoy asunto de los Presupuestos Generales del Estado, y el dominio de las tablas con el que se despachó, está permitiendo la promoción estatal y archipielágica de este nacionalismo, oriental y en apariencia moderno y con ideario, frente al otro, sobradamente conocido. Román, que las ve venir todas, se está limitando a difundir que él es la persona que Canarias necesita en esta encrucijada. Y puede que lleve razón. Que en 2019 consiga los votos y los apoyos es otra cosa.

Ernesto Cedrés

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