Poco transparentes

La mayoría de las instituciones públicas canarias no son transparentes. Tampoco lo es el Cabildo de Lanzarote, según se desprende del informe sobre transparencia de 2016 presentado en el Parlamento autónomo. La falta de transparencia tiene que ver, sobre todo, con la publicidad activa y con la resolución de las reclamaciones que interpongan los ciudadanos. No es de extrañar tanta opacidad, ya que para buena parte de los cargos electos ser transparente es un coñazo, ocupa lugar y distrae de tareas más importantes. Y a ver quiénes se creen los que piden información, ni que los dirigentes públicos fueran empleados de los ciudadanos… Además, ser transparente debilita la posición del gobierno ante la oposición, lo cual no tiene gracia. 

¿Cien por cien transparentes? ¡Ni que lo manden los jueces en sentencias firmes y en fase de ejecución! Transparencias las justas, no vaya a ser que permitan ver la acción de gobierno con nitidez. El que quiera ver o saber que se esfuerce y agache la cabeza, que siga el conducto reglamentario y, en su defecto, que interponga un contencioso. De todos modos, hay instituciones que aunque se cierren a cal y canto, sin declararse o manifestarse, se dejan adivinar, se vislumbran. Se sabe de qué van. Se comprenden sin duda ni ambigüedad. Se ve clarito las que trabajan para el interés general y las que no: basta con mirar a la cara a sus dirigentes.

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