Los Fariones, 50 años

El decano de los hoteles turísticos de la isla cumple 50 años. Semana arriba semana abajo, primero abrió sus puertas al público y fue inaugurado oficialmente pocos días después, un 21 de octubre creo recordar, en presencia del entonces subsecretario de Turismo, Antonio García. Un cóctel en los jardines y la actuación de Los Campesinos selló la andadura oficial del Hotel Los Fariones.
 
Sol y playas. Este preciado buscaban los turistas en Canarias en los años sesenta, sobre todo en invierno. Y sol y playas había, y hay, en abundancia en Lanzarote. El problema eran las malas carreteras, la suciedad en las playas y la falta de servicios en ellas. De ahí la natural satisfacción con que fue acogida la noticia de la construcción y apertura del Hotel Los Fariones, de primera categoría y 120 habitaciones distribuidas en tres plantas sobre una parcela de unos seis mil metros cuadrados. La inversión inicial fue de locos para la época: 25 millones de pesetas. Ciento cincuenta mil euros, una cifra que hoy puede parecer ridícula. De ellos, 14 millones los concedió el Ministerio de Información y Turismo en forma de crédito a la empresa constructora.
 
“Con el paso de los años, el Hotel Los Fariones se convirtió en una gran casa de familia”
 
Así comenzó formalmente el ‘boom’ turístico de Lanzarote, según las entusiastas crónicas de la época. Piscina, mini golf, canchas de tenis, planta frigorífica, moderno tren de lavado, embarcadero, un hermoso palmeral y una recogida y discutida playa, que se usaba como si fuera privada, dieron forma a un establecimiento singular. Sin olvidar la pintoresca Cueva de doña Juana. Alrededor florecía la urbanización Playa Blanca, una “ocasión única de ahorro e inversión”, con “extraordinarias facilidades de pago” para construir apartamentos, residencias, bungalós y hoteles. Y, lo más importante, con agua y energía eléctrica garantizadas. Lanzarote se sumó así a la modernidad.
 
Con el paso de los años, el Hotel Los Fariones se convirtió en una gran casa de familia. Los mismos usuarios, familias enteras, repetían año tras año, reconociéndose unos a otros, y estos se reconocían a su vez en los recepcionistas, bármanes, jardineros, responsables del servicio de hamacas… Y hasta en el propio director. Falta saber si la reforma del establecimiento logrará conservar, o no, aquel hermoso espíritu. 
 
Ernesto Cedrés

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