Lanzarote predilecta

Contra la opinión de algunas personas que consideramos que esto no va bien, que hay errores que nos dejan fuera del liderazgo de los mejores destinos, o que es ostensible determinado nivel de deterioro en la isla, el visitante no parece apreciar estos aspectos negativos. Todo depende de con quién nos comparen.

El paisaje, sin duda, y la obra espacial de Manrique, son factores que contribuyen a la percepción de ser un buen destino. Parte de ello corresponde también a la calidad de los alojamientos, algunos ilegales, pero de notable calidad, que una y otra cosa nada tienen que ver. Bueno para el turismo y malo para nosotros, por aquello de la vulneración de nuestras leyes. Pésimo para nuestra convivencia por las desigualdades que se generan entre los ciudadanos, que observan los beneficios económicos que produce el incumplimiento de la ley.
 
He de suponer que entre esos aspectos bien valorados se encuentra Arrecife, a la vista de la demanda de alojamientos vacacionales que han acabado con el residencial. Es cierto que para algunos de nosotros la postal acabó hace tiempo, pero quien no conoció aquella imagen no la va a echar en falta. Por tanto, estamos -está el empresariado y representantes públicos- al servicio de los potenciales visitantes, nunca de los residentes.
 
De ponernos a mirarnos el ombligo esto no mejorará para la ciudadanía, tampoco para el visitante
Lo de Arrecife, con franqueza, no lo entiendo y mira que me importa. Y no comprendo que den una valoración positiva a esta ciudad que, en tanto se transita hasta llegar al Charco o a las múltiples terrazas que existen en la ciudad, resulta dura y descorazonadora. Con el reconocimiento de Lanzarote como uno de los mejores destinos turísticos, me quedo con algunas conclusiones: que de ponernos a mirarnos el ombligo esto no mejorará para la ciudadanía, tampoco para el visitante; que situarnos por encima de Salamanca, pongo por caso, me da una pista del nivel de exigencia del turista medio, poco demandantes de cultura y mucha playa y sol, por tanto, como destino, poca cultura se va a proponer.
 
Que sí, que entiendo que sea así, pero nos deja muy lejos del logro de algunas aspiraciones medioambientales, sostenibles, patrimoniales, culturales, de capacidad de carga y de calidad de vida. Al fin y al cabo, no vivimos en esos hoteles, ni vamos habitualmente a los centros para fijar esa experiencia en nuestra retina, trabajamos aquí y no nos pasamos la vida en terrazas. La vida no es una semana; ellos se van y nosotros permanecemos. ¿Con qué beneficios nos quedamos, si de lo que hablamos no es de dinero?

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