El paraíso amenazado

Es viernes por la mañana, mi sobrino me envía por wasap la portada de Lancelot; tiene como título “La Graciosa, un paraíso amenazado”. Le digo que por favor la coja, me gustaría conocer qué enfoque le han dado a la noticia. Cuando por fin la tengo, busco el reportaje y me encuentro con unas declaraciones del presidente de la Cámara de Comercio: “Como profesional del Turismo observo que este camino que está recorriendo La Graciosa está abocado a morir de éxito” ¿Morir de éxito? ¿Y eso qué significa? (Me vienen a la mente las estrellas del rock que después de alcanzar la fama se quedan por el camino).
 
Las palabras de José Torres retumban en mi cabeza, me dan que pensar.
 
¿Qué ha hecho que La Graciosa sea el destino preferido de tantas personas? ¿Por qué la consideran el paraíso? ¿Estos motivos aún existen o ya han desaparecido?
 
El negocio del turismo antes no era como ahora.
 
Al principio recalaban por aquí turistas extranjeros, algunos canarios, decían que atraídos por lo auténtico del lugar, por la naturaleza en bruto, el silencio, las calles de arena, la familiaridad, porque los niños podían jugar sin peligro. Unos pocos venían en verano cuando las vacaciones escolares, otros en invierno, aunque muchos menos.
 
Dicen que por necesidad, poco a poco va surgiendo una infraestructura turística, tres pensiones, el barquito que hacía los viajes o los restaurantes que daban de comer por encargo.
 
La Graciosa iba interesando cada vez más, se vendieron las casas de Pedro Barba, solares, viviendas en Caleta del Sebo y la gente de fuera comenzó a hacerse su casa. En esta época la isla empieza a tener mejores servicios educativos, sanitarios, comunicaciones, agua y luz, lo cual la hace un lugar más cómodo.
 
Era normal ver a la gente que venía de vacaciones pescando en la orilla o en algún barquito yendo a la playa, compartiendo conversaciones con la gente del pueblo, esperando para comprar el pan, disfrutando de las bondades de la isla.
 
Con el paso del tiempo aumenta el número de bares, surgen las primeras terrazas, el primer alquiler de bicicletas e incluso se llega a enseñar la isla en coche. En aquel entonces la pesca tenía todavía un gran protagonismo, pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambió, se multiplicó el número de visitantes, aumentó la demanda, es la década de los noventa.
 
Comenzaron a construirse muchos, muchos apartamentos, aumentan las empresas vinculadas a la construcción, se fabrica un mejor muelle, se renuevan las embarcaciones para el traslado de personas, aumenta la frecuencia de los viajes, de dos al día se pasa a cuatro.
 
Comienzan a entrar coches en el pueblo, muchos coches, algo que era aislado ahora se convierte en algo normal, cada vez más turistas piden que se les lleve de excursión por la isla, surge la actividad del taxi y el safari.
 
Aumenta la oferta en la hostelería, de tres se pasa a once bares, de la comida por encargo se pasa al menú, el espacio público que normalmente era para jugar ahora se ocupa con terrazas, mesas y sombrillas, las fachadas se llenan de carteles. Igual pasa con el mercadillo, de una venta ambulante eventual se pasa a unos diez o quince puestos en la explanada. Viendo la oportunidad, también aumentan los negocios vinculados a la naturaleza, un centro de buceo, excursiones organizadas o más alquileres de bicicletas.
 
La Graciosa ya es conocida, forma parte del circuito de excursiones de Lanzarote, reportajes en televisión, en periódicos, en radio, en internet lo certifican, somos conocidos por todos lados como el paraíso, el boca a boca ha ayudado mucho.
 
Comienzan a sonar los teléfonos de casi todas las viviendas, unos y otros preguntan por apartamentos, quieren visitar la isla, pasar unos días en ese lugar idílico que les han recomendado.
La Graciosa está de moda.
 
Aquel lugar desconocido acoge ahora eventos deportivos como el Desafío Octava Isla o la Travesía a Nado, forma parte del circuito del Festival de Música de Canarias, se convierte en un destino de bodas, en plató natural de diversos spots publicitarios, es escogido para pasar el final de año e incluso para despedidas de solteros.
 
Si nuestra actividad principal era la pesca, ahora lo es el turismo, un negocio que a día de hoy está viviendo su mejor momento, empleando a casi el cien por cien de la población activa, un sector mucho más cómodo y que da mucho dinero de forma rápida.
 
¿Es este el éxito al que se refería José Torres?
 
Yo creo que sí, el tejido empresarial existente ahora mismo en La Graciosa es el sueño de cualquier emprendedor, la demanda supera en la mayoría de los casos a la propia oferta.
 
Pero entonces: ¿Qué problema hay? ¿Por qué La Graciosa tiene peligro de morir de éxito?
 
Tiene peligro de morir de éxito porque a medida que aumenta nuestra fama, el número de visitantes, de empresas y de ingresos, estamos descuidando los motivos principales que nos habían convertido en un hipotético paraíso.
 
Podemos negarlo, dar mil excusas, mirar para otro lado, huir hacia delante, pero la realidad es la que es, cada vez son más los turistas que manifiestan no encontrar aquello que venían buscando, como dice el título de la revista de septiembre, el paraíso está amenazado, y lo que es peor, muchos gracioseros ya no se sienten a gusto.
 
En estos treinta años la isla ha alcanzado un extraordinario desarrollo empresarial, disponemos de dos líneas de transporte marítimo de personas, otras dos de materiales por mar y tierra, más de una decena de taxis safaris, tres empresas de construcción, dos carpinterías, once restaurantes, dos supermercados (llegaron a haber cuatro), una carnicería, una frutería, una pescadería, una panadería, diez puestos de mercadillo, una ferretería, un souvenir, una farmacia, un pequeño museo, un banco, un centro de buceo, siete alquileres de bicicletas, una empresa de actividades acuáticas, tres pensiones, tropecientos apartamentos y una decena de embarcaciones que se dedican a la pesca.
 
En cuanto a servicios la isla está en su mejor momento, disponemos de un colegio con educación infantil, primaria y secundaria, tenemos un centro de salud con un médico y un enfermero de forma continuada, un centro de día, tenemos un servicio de emergencias con Emerlan, de seguridad con la policía local y la guardia civil, una iglesia y un salón parroquial que acoge la mayoría de las actividades comunitarias, un campo de fútbol sala, un campo de lucha y un parque infantil, un puerto que sirve de protección para las embarcaciones y con diversas prestaciones para la actividad pesquera, ha mejorado considerablemente el servicio de recogida de basuras y su tratamiento, el agua y la luz vienen desde Lanzarote, llegan la señal de televisión y móviles sin problema, tenemos un cementerio, un helipuerto y hasta una zona de acampada. Hay que decir que aun así se sigue trabajando en la mejora de las infraestructuras culturales, deportivas, de bienestar social y, ahora mismo, en la red de saneamiento.
 
Ha mejorado la presencia del Ayuntamiento de Teguise, del Cabildo de Lanzarote, del Gobierno de Canarias y de la Administración General del Estado, tanto con personal como con recursos materiales. Se ha creado el Consejo de Ciudadanía de La Graciosa, lo cual nos ha permitido, junto a instituciones y colectivos, analizar la situación de la isla y hacer propuestas de mejora. De este Consejo han surgido múltiples iniciativas que sin duda han contribuido a enriquecer nuestra calidad de vida.
 
Tenemos una historia, ciento treinta y seis años de población estable, desde el sordo hasta los corrales decenas de rincones que recogen la memoria de nuestra gente, de titanes que algunos de ellos aún siguen entre nosotros. Tenemos una juventud que viene pisando fuerte, con oportunidades para formarse, con horizontes mucho más amplios, porque vivir en La Graciosa ya no significa vivir aislados.
 
Vivimos en un entorno excepcional mire para donde se mire, el Risco de Famara, las islas que nos rodean, la tierra que pisamos, los fondos, la fauna, la vegetación, el clima, tanto es así que hemos sido declarados Parque Natural, Reserva Marina, Geoparque y no sé cuántas cosas más.
Es decir, lo tenemos casi todo, casi todo para seguir viviendo en el paraíso y del paraíso.
 
¿Por qué entonces lo ponemos en peligro?

Resolver este enigma es un reto comunitario y aunque históricamente nos han dicho que no somos capaces de permanecer unidos hay muchos ejemplos que nos demuestran todo lo contrario.

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