El juicio del siglo

Es un acto concreto y sus consecuencias penales los que se juzga en el caso Stratvs, pero para muchos sectores de la población flota en el aire la sensación de que quien en realidad se sienta en el banquillo es una manera de hacer las cosas en Lanzarote desde hace décadas. Ciertas conductas, convertidas en hábitos, han venido paseándose, inaccesibles pero a la vista de todos, por el patio insular marcando tendencia en la relación con el territorio. Los hay que tienen un vínculo privilegiado con la administraciones públicas, muy pocos, frente a la inmensa mayoría más o menos indiferente a la que, sin miramientos, se le aplica la legislación vigente. En esto, Lanzarote no es mejor ni peor que ningún otro lugar. Y sus gentes tampoco.
 
Los privilegios son tan antiguos como la vida en sociedad, y siempre habrá quien acorte caminos y elimine obstáculos para llevar a cabo sus deseos. También las normas son tan antiguas como la vida en sociedad, y fueron creadas para igualar a las personas y favorecer la convivencia. Es un hecho, conformado por múltiples decisiones, lo que se enjuicia estos días, pero todo el mundo sabe, incluso quienes lo niegan, que Lanzarote necesita dos cosas: redefinir los límites del ejercicio del poder y justicia, y no precisamente poética. Poder resituado en las antípodas de la pleitesía -y el absolutismo- y justicia justa. Igualitos todos y una vez igualados todos, llegará el momento de la reconciliación y reconstrucción de la convivencia.
 
JM Quintero

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