Ecuador

La vida es un soplo y los mandatos se van volando. Si ostentas un cargo público, te parece que fue ayer por la tarde cuando tomaste posesión. Te sentiste importante convencido de que el destino había hecho justicia contigo, renovaste tu sonrisa y tu vestuario, armaste tu equipo, aterrizaste en los procedimientos públicos, luciste palmito en bodas y entierros, paseaste por los platós, aprendiste a aparentar que sabes de todo, tiraste el programa electoral a la papelera, te pusiste a pensar en qué y cómo gastarte el presupuesto de tu departamento y, mira tú por dónde, ya han pasado dos años y el grado de cumplimiento de tus promesas electorales tienden a cero. Toca echarse a correr; la cuestión cosiste en averiguar hacia dónde.

Alcanzado el ecuador del mandato, si ostentas un cargo público, te embarga un ataque de pánico porque te parece que fue ayer por la tarde, precisamente, cuando tomaste posesión. ¿Han transcurrido dos años ya? Y tú con esos pelos, repartiendo palmaditas en la espalda y creyendo que iba a durar para siempre, como los amores verdaderos. Si ya sabes que no vas a repetir cargo en 2019, claudicas y te da igual ocho que ochenta: que apenquen otros y a disfrutar que son dos días. Si aspiras a repetir, atenazado por la ansiedad, no sabes si pedir hora en la manicura o inyectarte bótox, mientras te planteas la diferencia entre frenesí e hiperactividad entre tanto votante ingrato. Y a repartir sonrisas y abrazos, mientras te interesas por cómo funciona la representación pública y quién de los tuyos maneja los verdaderos resortes del poder, el  que controla los presupuestos públicos que se destinan a publicidad institucional, controlando medios y periodistas, sumo afinador tanto del aparato de propaganda cuanto de los silencios y la censura. Y tú con esos pelos.
 
JM Quintero

Comentarios