Casa de la Cultura ‘Pepe Dámaso’

Casa de la Cultura ‘Pepe Dámaso’

Conociendo la ausencia de prurito de CC, no debería sorprendernos que la Casa de La Cultura de Arrecife, la innominada, pasara a llamarse ‘Pepe Dámaso’. Ganas no les faltan.
 
La innominada realmente tiene nombre y, desde 1989, es ‘Agustín De La Hoz’, la cual nunca dejó de llamarse así, ni en las conversaciones coloquiales. Los ideólogos de CC, reinventores de la historia, quieren pasar por alto al escritor y lo hacen de la manera más práctica, dejar de nombrarlo, porque para que las cosas sean como desean, o se nombra hasta el agotamiento a quienes ellos deciden, o se deja de pronunciar su nombre para que caiga en el olvido. De los dos casos tenemos ejemplos: Dámaso o Soto en un extremo, y de la Hoz en el otro.
 
Cambiar el nombre formalmente no parece que lo vayan a hacer, porque, a priori, un autor muerto no va a cometer una tropelía que no le haga merecedor de la distinción de dar su identidad a un inmueble. No pasa como con duques vivos, que un día tienen una calle en Palma, y, al otro, pasan a ser zombies. También podría ser que, en un ataque de exacerbación mental, al modo catalán, Agustín de la Hoz, resulte sospechoso de haber cometido una tropelía contra la nación canaria y deba ser condenado al olvido y al exilio mental y cultural.
 
Las ocurrencias hasta podrían dar para trasladar el nombre del escritor a la Sala del Charco
Las ocurrencias hasta podrían dar para trasladar el nombre del escritor a la Sala del Charco, esa que parece que se convertirá en la sala de exposiciones de todo, con los técnicos hábilmente apartados del buque insignia del concejal de CC en la Marina de Arrecife. Como si la cultura pudiera tintarse del color que convenga (que, de hecho, se puede). El Charco para los desheredados y la Marina para sus veleidades partidistas y para la construcción de la nueva cultura canaria.
 
Tras doce años no empieza bien en los gestos y abre con un conflicto interno sobre la gestión. La ventaja es que tenemos una hermosa casa que nos recuerda la ciudad perdida que ni CC ni ninguno ha sabido -ni querido- valorar, tal que la identidad se circunscribiera a las cavernas. De locos.

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