Junto al Casino de Arrecife

Palmera real decapitada

Un ejemplar de palmera real languidece decapitada junto al Casino Club Náutico de Arrecife, víctima del vandalismo. La devastación propia de los antiguos vándalos perdura en nuestros días en muchos rincones de las Islas, a la que no es ajena la ciudad.

Este árbol fue desmochado sin miramientos, y ahí sigue, el pobre, esperando que alguien en la municipalidad tenga ojos en la cara y se ocupe de su renovación. Aquí la llamamos palmera, pero en realidad es una palma real, una especie cuyo rápido crecimiento, altura, elegancia y fácil cultivo la ha convertido en una de los árboles ornamentales más utilizados en el mundo.

Un árbol no vive para siempre. Como todo ser vivo, dura lo que dura, siendo inevitable su renovación cuando mueren de forma natural, aunque el riesgo de muerte de los árboles urbanos es mucho mayor. Estos pierden la vida por incapacidad para obtener del medio los recursos adecuados para seguir creciendo, lo que induce un permanente estado de enfermedad que finaliza cuando el árbol es vencido por los hongos que degradan su madera.
 
Pero hay otras circunstancias que llevan a los árboles urbanos hacia la degradación y muerte, como las excavaciones en su entorno vital que dañan las raíces, impactos de vehículos, o, sencillamente, ese espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana, y que se ceba sobre el mobiliario urbano. Quizá evite estas situaciones una Asociación de Amigos de los Árboles, tan numerosa que tenga asociados en cada calle de Arrecife velando por su protección, aunque se echa en falta una Concejalía de Parques y Jardines sensible y con capacidad de reacción.
 
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